La de los tristes destinos : 08

La de los tristes destinos Capítulo VIII de Benito Pérez Galdós ¡Ávila al fin!... ¡Alegre parada de veinticinco minutos! Hacia la fonda se precipitaron caballeros y damas, atraídos del vaho de una sopa caliente, turbia y aguanosa... Después de acechar la entrada del vejete en el comedero, acudió Santiago a la cita, llevando herramientas que le dio el buen Polop. Salió Patricia cuando él entraba en la berlina... Teresa le cortó el saludo con rápida frase y fuertes manotazos, que dieron con el cuerpo de él sobre los cojines. «¡Ingrato, ingrato, bandido, perverso, mal hombre!... Al fin has caído en mis manos... ¿Qué?, ¿te avergüenzas de verme? ¿La conciencia no te dice nada?». A este aluvión de palabras, que a despecho de su sentido literal eran intensamente cariñosas, Ibero contestó: «Déjeme que le explique... No alcanzo qué quejas puede tener usted de mí». Y ella, temblorosa, húmedos los ojos de un llanto discreto, le echó mano al pescuezo,...

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