La de los tristes destinos : 03

La de los tristes destinos Capítulo III de Benito Pérez Galdós Malrecado no tenía hijos, ni mujer que se los diera conforme a Sacramento. Era solo y cínico; de su empleo había hecho una granjería sorda, que sin ruido le daba para vivir desahogadamente, ocultando su bienestar debajo de una mala capa y de ropas que ya eran viejas cuando pasaron de ajenos cuerpos al suyo desgarbado. Su mano sucia no cesaba de recoger esta y la otra ofrenda, y su astuta labia ablandaba las voluntades de los robados como la de los ladrones. En la política brutalmente antagónica de aquellos tiempos, hallaba campo doble para espigar con fruto. De lo lícito y de lo vedado, de lo legal y de lo subversivo, sacaba el hombre para la bucólica y para la alcancía, para el presente claro y el mañana obscuro, y guardando con escrúpulo sus apariencias de pobre, señuelo de incautos, era un redomado alcabalero que, de guardia en su garita policíaca, cobraba el tributo a toda debilidad humana que...

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