La de Bringas: 40

XL(La de Bringas) de Benito Pérez Galdós En la tristeza de su destierro, una sola cosa alegraba el alma de la infeliz señora, y era que sus niños gozaban de inmejorable salud. Isabelita, cuyas desazones tenían siempre a su mamá muy sobre ascuas, no había sufrido, durante el verano, ninguno de aquellos trastornos espasmódicos que marchitaban su infancia. Fueran o no buenos los baños de los Jerónimos, ello es que la niña había ganado, tomándolos, carnes y colores, amén de un apetito excelente. En cuanto al pequeño, excuso decir que con las aguas del Manzanares se puso a reventar de sano. Su robustez era tal, que no cesaba de probarse a sí misma y de cultivarse para llegar a ser más grande y poderosa. El instinto de desarrollo le impulsaba incesantemente a los ejercicios corporales, y a ensayar y aprender actos de trabajosa energía. Subir a las mayores alturas que pudiera, trepar por una pilastra, hacer cabriolas, cargar pesos, arrastrar muebles, verter y distribuir...

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