La corona de fuego: 61

La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo VIII - Última escena del drama ¡Desenlace infernal, grande portento! Cielos y tierra ardieron Hasta el alto y oscuro firmamento... ¡Sublime creación! los siglos vieron. Los mutilados restos que antes fueron Soberbio monumento; Y en sus postradas páginas leyeron Lúgubre encantamento. La tempestad continuaba todavía. El huracán no era tan violento; pero el cataclismo de los elementos parecía recrudecerse más cada vez bajo aquel cielo tenebroso, inflamado por las corrientes eléctricas. La lluvia disminuía progresivamente, y solo sacudía de vez en cuando sendos chaparrones de gotas sumamente gruesas y sonoras como el granizo. Era ya más de media noche; noche lúgubre y desastrosa como la tempestad que la oprimiera. Alfonso vivamente afectado, habíase retirado a unas de las tiendas de su campamento, que permaneciera todavía en el mismo sitio, esperando que cesara la...

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