La corona de fuego: 58

La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo V - La inundación ¡Infamia sin igual! ¡oh, materia impura Escándalo tan cruel tan inaudito, Que si acaso conjuro Las artes de su espíritu maldito, No pudiera llegar a más altura, No pudiera crear mayor delito. A este tiempo un hombre anciano empapado en agua y fatigado al parecer por una larga carrera, hendió el grupo de soldados que invadiera el vestíbulo que precedía al gran salón y que constituía el cuerpo de guardia de S. A. y penetraba aun a pesar de las prohibiciones que se le oponían, hasta llegar a la presencia del monarca a cuyos pies cayó desfallecido. Durante la carrera, aquel hombre, a quien creyeron loco o alucinado, lanzaba desesperados y alarmantes gritos y gesticulaba como un energúmeno, circunstancia que pasaba desapercibida en cierto modo en medio de las tinieblas de la noche y del bullicio de la soldadesca. Era Omar-Jacub. Aun a pesar suyo hubo...

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