La corona de fuego: 53
La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira
de José Pastor de la Roca
Capítulo VIII - La madre y el hijo
Blanca cual azucena,
Vedla, allí está, ¡qué hermosa!
En ardiente plegaria fervorosa
Alterada la faz por honda pena,
Fundida en su dolor, triste y llorosa.
¡Seductora visión de magia llena!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La escena tierna fue. ¿Quién se atreviera
A interpretar tan hondas sensaciones
En ambos corazones?
Fuera intentarlo, en fin, una quimera.
Era la media noche: hora que, según las prescripciones reglamentarias de aquella santa casa, prescribía el retiro y el silencio a los moradores del sombrío monasterio de Santa Susana.
Con todo, el torno del locutorio permanecía todavía abierto e iluminado su interior por una luz invisible a través de la gran verja velada por cortinajes negros que formara el frontal de dicha pieza: circunstancia verdaderamente extraña en aquella hora. Bien es verdad que todo...
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