La corona de fuego: 49

La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo IV - Segundo interrogatorio, en el cual va aclarándose más el enigma No hay arcano que cien mil años dure Recatada la faz, mudo el lenguaje. Un momento después, los diputados de Mondoñedo, acudiendo al llamamiento del monarca, entraban a ocupar de nuevo los escaños rústicos de que hicimos mérito. Gonzalo se colocó en su primitivo sitio, a la diestra del rey, donde ya anteriormente le presentamos, y volvía a echarse al rostro la celada, de que se despojara antes cuando quedó a solas en su diálogo con dicho personaje. Todas las miradas fijábanse naturalmente en aquel actor disfrazado, al cual dábase no obstante una preferencia tan extraña como significativa; de modo que formábanse mil comentarios y suposiciones respecto a su nombre y circunstancias, que, sin embargo, nadie adivinara. Y en medio del general silencio, turbado apenas por cualquier movimiento...

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