La corona de fuego: 16

La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo VII - El atentado El drama sanguinario Descorre ya su pabellón de muerte; Rasgad ¡ay! el sudario Que cubre hoy del dolor la rosa inerte A través de ese campo funerario. Reinaba un profundo silencio en la fortaleza. Sólo el gemido del viento bramaba en las afueras, azotando los torreones y el muro, y produciendo lúgubres silbidos. Tal era, pues, el único ruido que alteraba la calma de la noche. La vieja Beatriz, seguida siempre de su cómplice, atravesó la galería descubierta que enlazara ambas torres, no sin haberse asegurado antes de que toda la familia alta y baja dormía. Llegaron por fin a un pasillo ruinoso de la plataforma, y subieron una tortuosa espiral que se comunicaba con una especie de pórtico que daba ingreso al departamento de preferencia ocupado aquella noche por el señor obispo y su guardia interna. Prestaron oído y nada percibieron. Beatriz alentó...

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