La corona de fuego: 08
La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira
de José Pastor de la Roca
Capítulo VII - En el cual se despeja una incógnita
La máscara cayó, que tiempo era
De arrojar ese velo
Y presentarse fiera
Esa lucha de horror, franca y sincera,
Fatídica, Insultando al mismo cielo.
Elvira, enervada por aquella lucha que con tanta ventaja sostuviera, y perdida su mente en un caos de vacilaciones a vista de un misterio que no comprendía, permaneció al pronto aterrada, muda, fría e inmóvil, apoyada sobre la pared como una estatua contra su pedestal truncado. Sin aquel apoyo indudablemente hubiera caído anonadada bajo el peso de su propio terror.
Aquella impresión pasó lentamente, como esas sombras imaginarias que sorprenden la fantasía y solo dejan luego un recuerdo vago de su quimérico ser. Poco a poco descendió de su rapto, y sus ideas recobraron gradualmente su primitiva energía: mil ideas contradictorias cruzaron por su mente, iluminada por accidentes...
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