La corona de fuego: 05

La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo IV El trovador nocturno Junto al muro almenado, Con el aire envió tierna querella A su ídolo amado Por quien bebe los vientos y se estrella. Algunos días trascurrieron desde aquella extraña aventura, cuyo recuerdo horrorizaba todavía a aquellos buenos vasallos tan fieles a su señora, como solícitos por su salud, prosperidad y bienandanza. La baronesa, fiel a su carácter, no podía resolverse a renunciar a sus excursiones nocturnas y a sus originales proyectos: mal se avenía su habitual viveza e impetuosidad de carácter a circunscribirse a un completo aislamiento campestre, pues no era este su natural elemento. Amaba los peligros, no por un punto de presunción veleidosa, sino porque verdaderamente no poseía el arte de saber apreciarlos con sus consecuencias; así es que todos los días corría inocentemente de un riesgo en otro, sin utilizar jamás una de aquellas...

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