La Conquista del Perú: 24
La Conquista del Perú
de Pablo Alonso de Avecilla
XXIII - Los Andes
La sorpresa de Coya y la salvación de Almagro, llenó de terror y admiración a Luque, a Pizarro y
a todos los invasores, y particularmente a los jefes militares que habían formado el consejo de
guerra, porque nadie se podía explicar satisfactoriamente un suceso tan extraordinario. Un
destacamento numeroso al mando de Benalcázar observaba a la división de Coya, como ya hemos
indicado, y entorpecía e imposibilitaba todos sus movimientos; y la prisión, condenación y
ejecución de Almagro, se había manejado con tanta rapidez y tan impenetrable misterio, que nadie
lo había sabido en la ciudad, y menos se hubiera podido saber en la campiña.
La hermosa Ocollo, que tanto debía a Almagro, y que en su pecho ardía la más pura gratitud,
viendo inútiles sus súplicas y su llanto a las plantas de Pizarro, por un veloz indio, peatón de
toda su confianza, dio aviso a Coya en aquellos mismos...
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