La conciencia
La conciencia
de Víctor Hugo
Furiosa tempestad se desataba
cuando, de pieles rústicas vestido,
Caín con su familia caminaba
huyendo á la justicia de Jehovah.
La noche iba á caer. Lenta la marcha
al pie de una colina detuvieron,
y á aquel hombre fatídico dijeron
sus tristes hijos: -descansemos ya.
Duermen todos excepto el fratricida
que, alzando su mirada sobre el monte,
vió en el fondo del fúnebre horizonte
un ojo fijo en él.
Se estremeció Caín, y despertando
á su familia del dormir reacio,
cual siniestros fantasmas del espacio
retornaron á huir. ¡Suerte cruel!
Corrieron treinta noches y sus días,
y pálido, callado, sin reposo,
y mirando sin ver, y pavoroso,
tierra de Assur pisó.
-Reposemos aquí. Dénos asilo
esta región espléndida del suelo-
Y, al sentarse, la frente elevó al cielo...
y allí el ojo encontró.
Entonces á Jubal, padre de aquellos
que en el desierto habitan -haz, le dijo,
qu ese arme aquí una tienda- y el buen hijo
armó tienda...
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