La cencerrada : 2

La cencerrada : 2 de Vicente Blasco Ibáñez Llegó el momento de las cartas dotales. El tío Sento no hacía las cosas a medias, y además, buena era Marieta y su familia para despreciar la ocasión. En trescientas onzas la dotaba el novio, sin contar la ropa y las alhajas pertenecientes a su primera mujer. La casa de Marieta, aquella casucha de las afueras, sin más adorno que el carro a la puerta y dos o tres caballerías flacas en el establo, fué visitada por todas las chicas del pueblo. Aquello era un jubileo. Todas, formando grupo, cogidas de la cintura o de las manos, pasaban ante el largo tablado cubierto por blancas colchas, sobre el cual los regalos y la ropa de la novia ostentábase con tal magnificencia que arrancaban exclamaciones de asombro: -¡Reina y santísima! ¡Qué cosas tan preciosas! La ropa blanca, clasificada por tamaños, apilada en altas columnas que casi llegaban al techo, cuidadosamente...

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