La casa quemada: 3
Era noche de obscuridad. Nubes anchas cubrían las estrellas; el aire callaba; las aguas de las acequias, corrían en silencio.
A las doce entró Chaume por la ventana. Dieron las dos en los relojes de Elche. Por entre las cañas se deslizó una sombra alta, rígida, fantasmal; llegó a la ventana y pegó el oído a sus rendijas. Un gran silencio reinaba en la vivienda. La sombra fue alejándose hasta llegar a un bosque de naranjos. Ocultos en él estaban una mula y un niño. El animal traía a lomos haces de leña sarmentosa; el chiquillo asentaba encima del latón.
Aguarda y no hables -dijo el que llegaba al muchacho-. Aún no es tu hora.
Su voz sonaba húmeda como si la mojase el llanto. Descargó la mula de los haces y uno a uno fue transportándolos al pie de la casa. Rodeó con ellos los muros; tapiando la ventana cegando la puerta hasta el dintel. Después amontonó sarmientos contra las vigas que sustentaban el parral.
Todo lo hizo sin ruido, sin que un sarmiento restallase,...
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