La Cartuja de Parma: XXVII
La Cartuja de Parma: XXVII
de Stendhal
Esta conversación grave ocurrió al día siguiente de la
vuelta de Fabricio al palacio Sanseverina; la duquesa estaba
aún resentida por la alegría que delataban todos los actos de
Fabricio. Así, pues, pensaba, esa niña beata me ha engañado.
No ha sabido resistir a su amante ni siquiera tres meses.
La certidumbre de un desenlace feliz había dado al joven
príncipe, tan pusilánime, el valor de amar. Tuvo alguna
noticia de los preparativos de marcha que se hacían en el
palacio Sanseverina, y su ayuda de cámara francés, que creía
muy poco en la virtud de las grandes damas le dio alientos en
el asunto de la duquesa. Ernesto V se permitió dar un paso,
que la marquesa y todas las personas sensatas de la corte
censuraron con severidad; el pueblo vio en esto el colmo del
estupendo valimiento de la duquesa. El príncipe fue a verla a
su palacio.
-Se marcha usted -le dijo en un tono serio que le pareció
odioso a la duquesa-, se marcha...
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