La Cartuja de Parma: XXV
La Cartuja de Parma: XXV
de Stendhal
La llegada de nuestro héroe llenó de desesperación el
ánimo de Clelia. La pobre niña piadosa y sincera consigo
misma, no podía engañarse y sabia que lejos de Fabricio no
había para ella dicha posible. Pero había hecho a la Virgen la
promesa, cuando se padre fue medio envenenado, de sacrificarse
casándose con el marqués Crescenzi. Había hecho asimismo
la promesa de no ver más a Fabricio y ya le asaltaban
los remordimientos más horribles, por la confesión hecha a
Fabricio en la carta que le había escrito el día antes de su
fuga. ¿Cómo pintar lo que ocurrió en este corazón tris te,
cuando melancólicamente ocupaba en ver volar sus pajaritos
alzó la vista por hábito y con ternura hacia la ventana, desde
donde Fabricio solfa mirarla y lo vio de nuevo saludándola
con sume respeto?
Creyó que era una visión que el cielo, para castigarla, le
enviaba. Luego, la realidad atroz acudió a su mente. ¡Lo han
cogido pensó; está...
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