La Cartuja de Parma: XIII
La Cartuja de Parma: XIII
de Stendhal
Todas la ideas serias se desvanecieron en cuanto apareció
esta amable persona. Fabricio empezó a vivir en Bolonia
con profunda alegría y con la sensación de una perfecta seguridad.
Esta ingenua disposición a encontrarse feliz con
todo lo que llenara su vida, se traslucía en las cartas que
mandaba a la duquesa, hasta el punto de que ésta se sintió
algo molesta. Fabricio apenas si lo notó; escribió tan sólo
con abreviaturas en la caja de su reloj: al escribir a la D. no
decir nunca cuando era prelado, cuando era esclesídstico,
que esto le desagrada. Había comprado dos caballitos, con
los que estaba muy contento; los enganchaba a un cochecillo
de alquiler, siempre que la pequeña Marietta quería ir a ver
algunos de esos encantadores parajes de la comarca boloñesa;
casi todas las tardes la llevaba a la cascada del Reno. A la
vuelta se detenía en casa del amable Crescentini, que se figuraba
casi que era el padre de Marietta.
A fe...
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