La Cartuja de Parma: VI
La Cartuja de Parma: VI
de Stendhal
Confesamos sinceramente que los celos del canonigo
Borda no eran enteramente infundados. Cuando Fabricio
volvió de Francia pareció a los ojos de la condesa Pietranera
como un hermoso extraño a quien hubiera conocido mucho
en otro tiempo.
Si hubiera hablado de amor, ella le hubiera amado. ¿No
tenia ya por su conducta y su persona una apasionada admiración
y, por decirlo así, una admiración sin limites? Pero
Fabricio la besaba con una efusión tal de inocente gratitud y
de buena amistad, que se hubiera horrorizado si buscara otro
sentimiento en esta amistad casifilial. En el fondo, se decía la
condesa, algunos amigos que me han conocido hace seis
años en la corte del príncipe Eugenio, pueden encontrarme
aún bonita y hasta joven, pero para él soy una mujer respetable...
y, para decirlo todo, sin reparos de amor propio, una
mujer de edad. La condesa se engañaba acerca de la época de
su vida a que había llegado, pero no como se...
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