La Cartuja de Parma: V
La Cartuja de Parma: V
de Stendhal
Esta aventura había transcurrido en menos de un minuto.
Las heridas de Fabricio no eran nada; le vendaron el
brazo con unas vendas cortadas en la camisa del coronel.
Querían hacerle una cama en el primer piso de la posada.
-Pero mientras yo estoy aquí bien cuidado, en el primer
piso de la posada -dijo Fabricio al sargento-, mi caballo, que
está en la cuadra, se aburrirá solo y se irá quizá con otro
amo.
-¡No está mal para un quinto! -dijo el sargento.
Y Fabricio fue instalado sobre paja fresca en el pesebre
mismo a que su caballo estaba atado.
Como se sentía muy débil, el sargento le trajo un tazón
de vino caliente y le dio un poco de conversación. Algunas
felicitaciones que mezcló en su charla pusieron a nuestro
héroe en un estado de celeste felicidad.
Fabricio no se despertó hasta el día siguiente, con el alba;
los caballos relinchaban sin cesar y hacían un ruido atroz;
la cuadra se llenaba de humo. Fabricio no comprendía...
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