La bohemia londinense: 3

La bohemia londinense Capítulo III de Antonio de Hoyos y Vinent La Ergástula De aquel nombre, un poquillo pedante, desproporcionado desde luego al objeto y vagamente tocado de erudición a la violeta, tenía Aljubarrota la culpa. Érase aquélla una taberna o casa de vinos y comidas con, por culpa de la pícara modernidad, pretensiones de bar y restaurant. En honor de la verdad, no se parecía nada a la de Pascual. No es que fuese ni peor ni mejor, era sencillamente distinta. El dueño, simpático, educado y cortés, padecía indigestiones intermitentes (quizá por culpa de una parte del público que frecuentaba su casa) de literatura. La literatura resulta cosa malsana, que aplicada a la vida la deforma; no sirve más que para reflejarla, llegándose a la absurda paradoja de que en vez de reflejar la literatura a la vida, refleja la vida a la literatura. Sucede con ella como con un espejo: es inútil que con gestos violentos o melosos queramos que devuelva una imagen...

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