Juvenilia - Capítulo 34

Juvenilia - Capítulo 34 de Miguel Cané Hay que caer a la tierra y recordar que, de una u otra manera, tenía que entrar en el Colegio. Poco antes del último acto salí, corrí a la puerta que da sobre el atrio de San Ignacio, me saqué el paletot, golpeé fuerte, y cuando el viejo portero preguntó quién era, imité la voz del vicerrector; y una vez la puerta abierta, abatí la vela que el cerbero traía en la mano con un golpe de mi sobretodo, le eché una zancadilla que dio con él en tierra, y antes que volviera de la sorpresa, ya corría yo por esos claustros como una exhalación. Pero la hora había sonado para mí. Los castigos me irritaban, los consejos me ponían en un estado de nervios insoportable: no podía continuar en el Colegio. Pasaba los días enteros ideando medios para escaparme, a veces con riesgo de la vida, como cuando nos deslizábamos, con un compañero fiel por una cuerda flotante que los albañiles dejaban durante la noche en el edificio que se...

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