Juvenilia - Capítulo 33

Juvenilia - Capítulo 33 de Miguel Cané Pero los diez y ocho años se acercaban. Los días de salida hacíamos esfuerzos inauditos por arreglarnos lo mejor posible, abandonando muchas veces la empresa con desaliento, vencidos por la exigüidad del guardarropa. ¡Qué amarguras qué sufrimientos aquellos domingos a la noche cuando al volver al Colegio pasábamos frente a los teatros, y veíamos en el peristilo una multitud de jóvenes, algunos conocidos nuestros, los externos felices, bien vestidos, con sus guantes flamantes, y saludando con una gracia, para nosotros insuperable, a las bellas damas que venían al espectáculo! En cuanto a mí, recordaba bien que de los ocho a los doce años no había faltado casi ni una noche a la ópera; mi padre me llevaba siempre consigo. Era, pues, un dilettante de raza y tradición. Tamberlick me había acariciado, y la incomparable Madama Lagrange, aquella artista con un corazón a la Malibran, se había entretenido en hacerme charlar...

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