Juvenilia - Capítulo 27
Juvenilia - Capítulo 27
de Miguel Cané
Larrea estaba allí. Ebrio de gozo, radiante dentro de su jaquet rectilíneo, había tomado la dirección de la fiesta, y servía de bastonero con toda gravedad. Fuimos introducidos, agasajados y pronto, al compás de la orquesta, limitada a una guitarra y un acordeón (los esfuerzos para obtener un órgano habían sido vanos), nos hundimos en un océano de valses, polkas y mazurcas, pues las damas se negaban a una segunda edición de la primera cuadrilla, que, a la verdad, había permitido al cojo Videla desplegar calidades coreográficas desconocidas, y que después supimos habían sido inspiradas por una representación de Orfeo con que se había regalado en una noche de escapada.
Después de cada pieza obsequiábamos naturalmente a las damas con un vaso de cerveza, acompañándolas con una frecuencia alarmante para el porvenir. Larrea irradiaba de contento; había recitado sus versos, prometido otros, y nos dejaba entrever que una cita...
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