Juvenilia - Capítulo 11

Juvenilia - Capítulo 11 de Miguel Cané Nada mortificaba más a Jacques que ver un alumno dormido durante sus explicaciones; el desdichado tenía siempre un despertar violento. Los cuchicheos, la novela debajo del banco, leída a hurtadillas, lo ponían fuera de sí. Entraba a la clase con su paso reposado, y durante media hora, con un enorme pedazo de tiza en la mano, que solía limpiar negligentemente en la solapa de le levita, explicaba la materia con su voz grave y sonora. A medida que se animaba, sacaba un cigarrillo de papel, lo armaba y lo colocaba sobre la mesa. Pero mientras buscaba fósforos, se olvidaba del cigarro, sacaba otro y así sucesivamente, hasta que, agotada su provisión, se dirigía a uno de nosotros y nos pedía uno, que nos apresurábamos a darle, encendido el rostro, pero sin hacerle la menor indicación hacia los que estaban enfilados sobre la mesa. Luego nos dictaba nuestros cuadernos, pero con una rapidez tal de palabra que, siendo casi imposible...

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