Jarrapellejos: 06

Capítulo V 06 Pág. 06 de 18 Jarrapellejos Felipe Trigo Octavio le había dicho una vez a su amigo el profesor: «Aunque te parezca mentira, hay en este pueblo, tan groseramente sensual, una especie de academia de poetas.» Y así era cierto. Desde antiguo, en el viejo salón artesonado con maderas negras, de don Pedro Luis, reuníanse los poetas los jueves por la tarde. Jueves, hoy, don Pedro Luis, acompañado por el médico Barriga y por el juez, había llegado de una boda, cuando ya los otros vates aguardaban. Boda popular, de rumbo, gracias a la simpática protección que le dispensaba al Gato el señorío, Barriga venía con unas migajas de pestiños en la barba y un poco alegrito de aguardiente. Versos de Gabriel y Galán leía Sidoro idílicamente conmovido; y puesto que el nombre y los libros de Gabriel y Galán formaban el evangelio del cenáculo, dejáronle leer, entrando los tres (Barriga tropezó) religiosamente de puntillas. «Labriego, ¿vas a la...

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