Ivanhoe: Capítulo XXX
Ivanhoe
de Walter Scott
Tu orgullo sé, y tu desdén,
tu frialdad y tu desprecio;
mas sabe que igual fiereza
terrible alberga mi pecho.
SEWARD.
Al anochecer del día en que se había celebrado el juicio, si así puede llamarse, de
Rebeca, se oyeron algunos golpes pausados a la puerta de su prisión. No por eso
interrumpió la doncella las oraciones de la tarde que su religión prescribía, volvieron a
sonar los golpes cautelosos que antes había oído a la puerta.
-Entra-respondió-, si eres amigo; y si eres enemigo, ¿porqué llamas?
-Soy yo-dijo entrando en el aposento Brian de Bois-Guilbert-, amigo o enemigo,
según quieras tú misma, y según resulte de esta entrevista.
Asustada al ver a aquel hombre, a cuya licenciosa pasión atribuía Rebeca, y con
sobrados motivos, todos los infortunios que la rodeaban, la infeliz doncella dio algunos
pasos atrás no aparentando miedo, sino recelo y precaución, y se retiró al lado opuesto de la
pieza, resuelta a huir en cuanto se lo...
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