Ivanhoe: Capítulo XVI
Ivanhoe
de Walter Scott
«Aquellas soledades habitaba venerable ermitaño
de faz grave:
Tenía por morada, cueva mísera; césped,
por lecho; por abrigo, el aire; por alimento,
frutas; por bebida, el agua del arroyo murmurante;
su única ocupación, orar ferviente;
y Dios su solo amor, su amor más grande.
»
PARNELL.
El sol, que hasta entonces había dirigido en
su rumbo al caballero, acababa de ocultarse
detrás de Ias colinas de la izquierda, y en
aquellas circunstancias cada paso que diera
podía extraviarle más y más en la espesura.
En vano procuró dirigirse por los sitios menos
quebrados creyendo que de este modo llegaría
al rancho de algún pastor o a la choza de
algún guardabosque; pero viendo que nada
favorable resultaba de sus diversas tentativas,
resolvió entregarse al instinto de su caballo porque la experiencia le había demostrado
la admirahle sagacidad con que estos
animales sacan a los viajeros de tan incómodos
apuros.
El corcel empezaba ya a sentir la...
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