IV. Primer descubrimiento de Madrid

SU primer viaje a la capital de España fue lento y mortificante. Lo suficientemente lento, por fortuna, para que ya, en este su primer contacto con la estepa castellana, hiciese nacer en él un insospechado deseo de descubrir Castilla. Acaso de aquella lentitud viniese, años más tarde, asimilada y desmenuzada en el baúl de todas las experiencias, esa estampa abrupta y colorista en donde se dice: Alamos fríos en un claro cieloazul, con timideces de cristal. O de allí, quizá también: La luz y la sombra gladiando en el monte mítica tragedia de rojas espadas y alados mancebos sobre el horizonte. Y tal vez: Los hombres secos y reconcentrados, las mujeres deshechas de tanto parir. Esta visión, tristona y gris, no la experimentará únicamente Valle-Inclán. Sus compañeros de generación, los del 98, se verán asaltados por sensaciones parecidas al rondar Castilla, acercándose a Madrid. Unamuno, en su libro En torno al casticismo, nos dirá: …De cuando en cuando, a...

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