IV. Orleáns

Introducción

Asedio de Orlens, por Martial dAuvergne.


EL 22 de marzo, Juana dictó una carta para los ingleses y esa carta les fue enviada por medio de un mensajero. Había llegado a Chinon el día 6 y ya el 22 le permitieron dirigirse personalmente al enemigo. Esos dieciséis días le haían parecido una eternidad. Durante ese período había sufrido el tormento de la incertidumbre, había sufrido interrogatorios abrumadores. Pero ahora le dejaban enviar esa carta. ¿Qué había cambiado? En resumidas cuentas, sólo había dos novedades, y bastaban y sobraban para justificar el cambio de actitud de los hombres que rodeaban a Carlos. En primer lugar, La Tremouille y sus agentes habían conseguido convocar a los partidarios del delfín. La Tremouille sabía muy bien que sólo mediante una operación militar de gran envergadura se podría derrotar a los ingleses. Y la organización implacablemente. Mientras él hablaba con unos y otros, la fama de Juana había ido en aumento. Las personas alejadas de los centros de decisión, las personas poco informadas, asociaron los preparativos militares a la presencia de esa joven aldeana. Era la Doncella. Y todo indica que el astuto La Tremoille comprendió que más valía apoyar a Juana, exaltarla en lugar de relegarla a un rincón. Su presencia contribuiría a estimular el ánimo de los combatientes, devolvería al pueblo el deseo de luchar contra los ingleses. Su presencia devolvería el ánimo a los habitantes de Orleáns... Lo que el pueblo no haría jamás por hombres como La Tremoille y los de su especie, lo haría por esa joven pura que invocaba las más altas instancias celestiales.

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