Ismael : 46

Ismael : 46 de Eduardo Acevedo Díaz No marchó ya Almagro aquella tarde con sus compañeros, reuniéndose todos en las «casas» para velar el cuerpo de Felisa. Sólo allí se oía algún ruido. El campo había quedado desierto en casi toda su extensión, concluido el arreo de las haciendas; y fuera de algunas yeguas potras que vagaban lejos, por los juncales de la barra, y de los novillos «alzados» en el monte del Santa Lucía, en sociedad común con los tigres y perros cimarrones, nada quedaba de la valiosa dehesa, a no ser los corrales de la sucesión Fuentes y un pequeño grupo de ovejas ruines e inútiles para la marcha. Por la noche, encendiéronse tres o cuatro candiles en la pieza que habitaron abuela y nieta, y en la que se depositó el cadáver de la criolla, dentro de un cajón improvisado por Tata-Melcho con tablas viejas de la tahona. La gente campera, agrupada en su mayor...

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