Ismael : 31

Ismael : 31 de Eduardo Acevedo Díaz A media legua del lugar de la sorpresa, y llevando siempre su caballo a gran galope, Ismael no pudo apercibirse sino cuando era tarde, que se había entrado en un estero peligroso. La tierra se ahondaba bajo los cascos. El sufrido alazán de Viera luchaba a saltos, para hundirse cada vez más en los tembladerales o sea tremedales, de que estaba sembrado el suelo. Al principio encajose hasta las rodillas en el lodo, arrancándose con brío en cada hundimiento; pero, luego llegole la masa viscosa al pecho, y los esfuerzos potentes fueron creciendo, al punto de alzarse sobre los remos delanteros desesperado, sepultando en aquella gelatina negra y espesa sus ancas por completo. Todavía pugnó, hacia adelante, sin obedecer ya la brida. En sus supremos arranques desviose de la recta, pisó firme, se abalanzó torpe y asustado, volvió a hundirse en otra ciénaga traidora, zafose nuevamente esparciendo...

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