Ismael : 16

Ismael : 16 de Eduardo Acevedo Díaz Las dagas se cruzaron despidiendo chispas en el choque, para separarse, ondular, recogerse y alargarse de nuevo como víboras rabiosas. Sus filos solían encontrarse en las tendidas a fondo cerca de los extremos agudos; y los dos combatientes, comprimiendo sus respiraciones, apretando el labio y bien abiertos los ojos, cual si los párpados se hubiesen recogido en el fondo de las cuencas, parecían hacer reposar sus troncos sobre elásticos de goma o muelles de acero al saltar de frente o balancearse con la flexibilidad del tigre. El tartán del hombre atlético estaba a los pocos momentos hendido a tajos, sirviéndole de resguardo de brazo y pecho; Torgués sangraba por pequeñas heridas en el cuerpo, cuyo escozor apenas advertía en la fiebre de la pelea. Los golpes empezaron a sucederse torpes, entre falsas paradas e inseguros ataques, exacerbado el encono, perdida ya la serenidad de la vista...

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