Ismael : 13
Ismael : 13
de Eduardo Acevedo Díaz
Al rayar el alba, dijo a Ismael:
-Hay que trabajar hoy todo el día en el campo con el ganado alzado. Tú vas a apostarte en la orilla del monte, donde está el juncal grande de la barra, y allí se te irá a juntar Aldama.
El español dijo esto con un gesto torvo, de noche mal dormida.
Ismael montó a caballo en silencio, y dirigiose al juncal.
Este sitio era selvático, profundamente solitario: un vallecito cubierto al principio de chircas y flores azules, altas cañas con nutrido ropaje de verdor, enseguida, y más allá, un juncal espeso que se extendía a lo largo del monte sobre un suelo húmedo y esponjoso. Llenaba aquellos lugares con su agreste aroma la flor del chirimoyo, y movíase sobre las yerbas crecidas todo un enjambre de libélulas.
Ismael no conocía bien esta parte del extenso campo, que estaba a muy larga distancia de las «casas», en un extremo...
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