Introducción a Miguel Ángel

GENERALMENTE Miguel Angel se nos pierde entre la espesa floresta de su variada producción escultórica y pictórica, entre los frescos de la Capilla Sixtina, la Pietà, el David o el Moisés. Retrato de Miguel Ángel. Daniele da Volterra, h. 1544. Si queremos encontrarle, hemos de acudir a sus citas con Vittoria Colonna en los jardines de San Silvestre, en donde la viuda de Francesco Ferrante de Avalos, marqués de Pescara, cura su soledad en la oración y la penitencia y a donde Miguel Angel acude a consolarse de su forzosa ausencia de Florencia, la ciudad en donde ha dejado sus afectos y que ha perdido su libertad. Entre el solitario solterón recalcitrante —«no tengo amigos ni los quiero»—, que ha rebasado ya los sesenta, y la discreta viuda —que casó por conveniencias y llegó a enamorarse de su marido—, en la madurez de los cuarenta y cinco, hay una profunda coincidencia de ideas y de intenciones que nunca llegó a fundirse en el amor. Allí, en sosegado diálogo...

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