Insolación: 07

Capítulo VII 07 Pág. 07 de 22 Insolación Emilia Pardo Bazán Salimos de la barraca y bajamos del cerro a la alameda, siempre empujados y azotados por la ola del gentío, cuyas aguas eran más densas según iba acercándose la noche. Llegó un momento en que nos encontramos presos en remolino tal, que Pacheco me apretó fuertemente el brazo y tiró de mí para sacarme a flote. Me latían las sienes, se me encogía el corazón y se me nublaban los ojos: no sabía lo que me pasaba: un sudor frío bañaba mi frente. Forcejeábamos deseando romper por entre el grupo, cuando nos paró en firme una cosa tremenda que se apareció allí, enteramente a nuestro lado: un par de navajas desnudas, de esas lenguas de vaca con su letrero de Si esta bíbora te pica no hay remedio en la botica, volando por los aires en busca de las tripas de algún prójimo. También relucían machetes de soldados, y se enarbolaban garrotes, y se oían palabras soeces, blasfemias de las más...

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