Infanticida: 3

Infanticida Capítulo III de Joaquín Dicenta Doña Bibiana, entregada a sus devociones, pasaba fuera del domicilio un mucho de las tardes; enteras don Antonio, que al ajedrez las dedicaba en el Casino; y casi enteras el mayor de los Urdas, que entre oficina y visiteos oficiales dejaba llegar la hora de comer. Ausente en la guerra el Urda militante, y el fraile en tierra de misiones, bien se puede decir que Hortensia quedaba sola en el hogar, siquiera la acompañase doña Jesusa, una parienta pobre, que dedicada a cuidarlo todo, nada cuidaba como no fuera el sueño que en cualquier sillón, diván o cama la cogía. Era sueño de estatua el suyo. Cuando se adueñaba de la buena señora, ni a cañonazos abría ésta los ojos. Creyérasela muerta a no ser por el trompetazo de sus ronquidos. De raro en raro a los comienzos de su estancia en Madrid, más frecuentemente después, presentábase al caer la tarde, Pedrañera en casa de los Urda. Hacíalo al principio casi coincidiendo...

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