III. El padre, un mito a emular

Primeras impresiones de un huérfano

El niño que ha perdido padre y madre provoca la piedad de su abuela y de sus tías, que lo recogen y protegen. Estamos en el siglo XVIII y el oficio del pobre ya no puede ser la resignación. Es necesario que Jean Joseph se integre en la nueva etapa del mundo, marcada por algo que se insinúa en gran parte de Europa y que se ha consolidado en Inglaterra: el fenómeno de la Revolución Industrial.

La vida social ha ampliado su horizonte multiplicando demandas y ofertas de puestos de trabajo. Progresa la civilización urbana y los campesinos inician su desplazamiento hacia las ciudades que albergan y atraen a los pobladores de las zonas rurales. La industrialización requiere brazos, mano de obra. De manera urgente. Y despiadada.

Los europeos, imbuidos de la ideología del siglo XVIII, comienzan a afirmar su superioridad sobre países como China y la India. La imprevisión ya no es virtud; muy por el contrario, se calcula, se cuenta. La familia —como estructura social básica— deberá cuidar con celo su economía: un padre prudente debe pensar en el destino de su hijo, en su bagaje intelectual, en su futuro. La diversificación de los medios de producción ha sepultado antiguos criterios.

Jean Joseph dará sus primeros pasos en un mundo en el que la mecánica moral comienza a ser un efecto de la mecánica industrial. No hay lugar para bocas inútiles. El concepto trabajo se constituirá en sinónimo de virtud. La ideología imperante resaltará dicho criterio e influirá en las capas más miserables de la población, incluso adoctrinándolas para que tengan pocos hijos. Forman colección los sermones de pastores e incluso de párrocos en Inglaterra y Francia que insisten en este aspecto. Por consiguiente, no es casual que, en este momento histórico, Malthus se constituya en el teórico del más entronizado liberalismo señalando los «peligros de una explosión demográfica».

La abuela y las tías de Jean Joseph cuidan al niño como si fuera su propio hijo. E intentarán compensar con sus esfuerzos las primeras impresiones negativas de éste, condicionadas por la precoz pérdida de los padres. Pese a ello, Jean Joseph exhibirá un carácter algo sombrío y taciturno, gobernado tal vez por esas primeras impresiones.


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