II. Crecimiento y trasplante de un árbol prometedor

Dotes precoces

Nuestro Pablo Ruiz es un ejemplo perfecto de lo que venimos diciendo. Hablar de los ojos, de las manos, de la capacidad retentiva del niño malagueño que jugaba en la plaza de la Merced es casi lo mismo que ponderar los del Picasso fecundo y glorioso que reinó en París o desde su finca de Cannes, la bien llamada Notre-Dame-de-Vie. Pero aún no ha llegado la hora de las comparaciones, porque nuestro personaje de ahora es sólo un bebé en mantillas o un menudo arrapiezo.

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información