I. Los dos padres

El amigo

Por fortuna, un buen amigo de Friedrich Wagner se mostró dispuesto a intervenir cuantas veces fuese necesario. Nos referimos al actor Ludwig Geyer, que supo impedir que los celos de Johanna Rosine alcanzasen niveles paroxísticos. Geyer supo apaciguar a la esposa de su mejor amigo. A su juicio, «aquello» carecía de importancia y era cierto que Friedrich trabajaba demasiado. En cuanto a las pretendidas conquistas amorosas de su amigo, él estaba seguro de que eran algo fantástico. Sólo cabía admitir algunos diálogos ingenuos con las actrices, algunas reverencias intrascendentes, mínimas galanterías, algo insignificante si se comparaba con el auténtico, profundo y real amor que experimentaba por su legítima esposa. Cuando Friedrich dejaba pasar la hora de la cena, Geyer se sentaba tranquilamente a la mesa y declaraba inconveniente dejar que se enfriara. Sin duda, él estaba trabajando en su despacho, cumpliendo con su deber. O acaso había ido al teatro y esto no era malo, pues volvería más alegre. ¡No se iba a pasar la vida sobre los papeles de su despacho! ¡Le convenía distraerse un poco!

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