Huellas: 52

Huellas literariasCrónica de Luis Bonafoux París, la gran bacante, bañada en Champagne y coronada de rosas, ha llevado de la mano a sus lindas hijas, las demi-mondaines, a manejar airosamente el trapo de sus toilettes del Grand Prix sobre el musgo de los prados que verdean en la inmensa explanada. Pero el Grand Prix pasó como una ráfaga de la alegría, porque París se sorbe los sucesos como el mar los granos de arena. Cuando hice diariamente, durante medio año, una crónica para El Liberal, me decían los amigos: -No sabemos cómo se las arregla usted. ¡Ya usted a dejar los sesos en las cuartillas! Y yo les declaraba, sin pizca de vanidad, que tal labor no suponía para mí mayor trabajo, porque raro fue el día que no me dio París asunto para una crónica. Es una ciudad enferma, la gran neurótica del siglo, y de los enfermos no falta nunca algo que contar. De niño solía pasarme las tardes subido a un árbol del Cojobal de Guayama. Un gran silencio lo invadía todo; y...

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