Guerra y Paz XIII

DECIMOTERCERA PARTE I El día 6 de octubre, Pedro salió de la barraca a buena hora de la mañana y se detuvo delante de la puerta para jugar con un perrito largo, gris, de patas cortas y torcidas, que daba saltos a su alrededor. Este perrito habitaba en la barraca y pasaba la noche al lado de Karataiev, pero en algunas ocasiones se iba al pueblo y luego volvía. Probablemente no tenía amo; tampoco tenía nombre. Los franceses le llamaban Azor; los rusos Fingalka; Karataiev y sus camaradas, Sieny o Visly. Pero el hecho de no pertenecer a nadie, así como la falta de nombre, de raza y de color, dejaban indiferente al perrito de la cola esponjosa y siempre levantada; sus torcidas patas eran tan ágiles y seguras, que a veces, menospreciando el empleo de una de las traseras, levantaba graciosamente la otra y, con suma habilidad, corría sólo con tres patas. Todo era objeto de placer para él. Ora lanzaba gritos de alegría, ora se echaba sobre el dorso, ora se calentaba al sol con aire...

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