Guerra y Paz XI

UNDÉCIMA PARTE I Cuando tocaba a su fin la batalla de Borodino, Pedro abandonó por segunda vez la batería de Raiewsky y, con un grupo de soldados, se dirigió a campo traviesa a Kniazkovo, donde se unió a la ambulancia. Pero al ver la sangre y oír los gritos y los gemidos se apresuró a alejarse, confundido con los soldados. Un solo afán llenaba su alma: salir lo antes posible de allí, olvidar las horribles impresiones del día y echarse a dormir tranquilamente en su habitación, en su cama. Se daba cuenta de que sólo en condiciones normales de vida podría comprender todo lo que había visto y experimentado. Pero le faltaban estas condiciones. Ni balas ni granadas silbaban ya en el camino, pero por todas partes veía lo mismo que allá abajo, en el campo de batalla: las mismas caras atormentadas, llenas de dolor, extrañamente transfiguradas; la misma sangre, los mismos capotes... Y oía las mismas descargas de fusilería, lejanas pero no por eso menos aterradoras. Además,...

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