Grito de gloria : 35

Grito de gloria : 35 de Eduardo Acevedo Díaz Volviendo una tarde de aquel sitio, vio que de la colina del frente bajaba un carretón conducido por dos hombres. El vehículo caminaba despacio, sus conductores parecían evitar con trabajo los hoyos o sajaduras del terreno, como si transportaran un enfermo de gravedad. Uno de ellos era negro y venía «cuarteando» en eses y zig-zags con una destreza digna de atención. Natalia lo reconoció al momento, y alargando el brazo lanzó una voz: -¡Esteban! Todo lo adivinó, invadida de repentina angustia. Él debía venir allí; ¡pero en qué estado! Por un momento sintió que sus fuerzas le faltaban quedándose inmóvil, perpleja, aturdida; mas, pronto reaccionó y fuese paso tras paso al encuentro de aquel convoy siniestro que no demoró en llegar al palenque. -¡Ay Esteban! -exclamó anhelante;- es él que viene ahí, ¿verdad? Es tu señor que...

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