Grito de gloria : 24

Grito de gloria : 24 de Eduardo Acevedo Díaz Después de ese día, Esteban venía con la mayor frecuencia, aprovechando sólo en esas visitas la hora de puerta franca. Ea cada una de ellas, su tema obligado de conversación era su joven señor, con cuyo recuerdo deleitaba a sus antiguos amos. Tenía también sus buenos momentos que consagrar a Guadalupe, a causa de lo cual la negrilla se estaba en la cocina más tiempo que el ordinario. Los otros sirvientes llegaron a decir que los dos se lo pasaban «enlucernándose» a la sobremesa, aparte de hablarse muchas veces al oído como personas de grandes secretos. Agregaban que una tarde, Guadalupe había brindado a Esteban con una ramilla de aromas, y que Esteban lo había regalado un zarcilla de plata que desde criatura llevaba en la oreja izquierda. Los señores reían de estas cosas, y las observaban acaso con complacencia. Difícil hubiese sido encontrar una...

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