Grito de gloria : 18
Grito de gloria : 18
de Eduardo Acevedo Díaz
Ya en el vivac, que estaba cerca del cañadón y de una isleta de sauquillos, Luis María notó muchas sombras que se movían por las inmediaciones, y que ora se acercaban al fogón o se alejaban, como vigilando. Cuaró andaba por allí, a pasos lentos, taciturno. Los «tapes» de Ismael en grupo, atizaban el fuego, volvían un asador con medio cordero ensartado, y cebaban «mate». Jefe y ayudante pusiéronse al abrigo bajo un «ranchejo» bastante espacioso para los dos.
Oribe, que conocía bien a la familia del joven patriota, y tenía de éste una idea elevada, solía explayarse con él sobre lo que interesaba a la causa, sintiéndose complacido ante los arranques de su entusiasmo y de su fe. Creía que aquel mozo era de un molde nada común por su carácter, la solidez de su criterio y la abnegación extrema que revelaba en las horas del peligro,...
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