Grito de gloria : 16

Grito de gloria : 16 de Eduardo Acevedo Díaz Al día siguiente temprano, Natalia, fuese al mirador. Era éste un cuarto muy pequeño, con techo de teja y dos ventanillos, uno que miraba al norte y el otro al este. No tenían rejas; por manera que el anteojo tenía que ser apoyado en el alféizar cuando se quería mirar al campo para mayor comodidad, poniéndose el observador de rodillas sobre una banqueta acolchada colocada allí con ese objeto. Natalia se hincó limpiando con esmero el lente hasta dejarlo sin una mancha para lo cual había separado el disco del tubo. No contenta con esto, lo empañó varias veces con el aliento, para repasarlo y complacerse luego en la limpidez y transparencia del cristal. Arreglado convenientemente el catalejo, que ella miraba con cariño como a un compañero que le señalaba el secreto de las soledades, lo apoyó en el alféizar, y dando un suspiro cerró uno de...

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