Grandes esperanzas: 58
{{encabezado2|Grandes esperanzas|Charles Dickens}
Capítulo LVIII
Había llegado ya al lugar de mi nacimiento y a su vecindad, no sin antes de que lo hiciera yo, la noticia
de que mi fortuna extraordinaria se había desvanecido totalmente. Pude ver que en El Jabalí Azul se
conocía la noticia y que eso había cambiado por completo la conducta de todos con respecto a mí. Y así
como El Jabalí Azul había cultivado, con sus asiduidades, la buena opinión que pudiera tener de él cuando
mi situación monetaria era excelente, se mostró en extremo frío en este particular ahora que ya no tenía
propiedad alguna.
Llegué por la tarde y muy fatigado por el viaje, que tantas veces realizara con la mayor facilidad. El
Jabalí Azul no pudo darme el dormitorio que solía ocupar, porque estaba ya comprometido (tal vez por otro
que tenía grandes esperanzas), y tan sólo pudo ofrecerme una habitación corriente entre las sillas de posta y
el palomar que había en el patio.
Pero dormí tan...
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