Grandes esperanzas: 54
Grandes esperanzas
de Charles Dickens
Capítulo LIV
Era uno de aquellos días de marzo en que el sol brilla esplendoroso y el viento es frío, de manera que a la
luz del sol parece ser verano, e invierno en la sombra. Todos llevábamos nuestros gruesos chaquetones de
lana, y yo tomé un maletín. De todo cuanto poseía en la tierra, no me llevé más que lo que podía caber en
él. Ignoraba por completo a dónde iría, que haría o cuándo regresaría, aunque tampoco me preocupaba
mucho todo eso, pues lo que más me importaba era la salvación de Provis. Tan sólo en una ocasión, al
volverme para mirar la puerta de mi casa, me pregunté en qué distintas circunstancias regresaría a aquellas
habitaciones, en caso de que llegara a hacerlo.
Nos quedamos unos momentos en el desembarcadero del Temple, como si no nos decidiésemos a
embarcarnos. Como es natural, yo había tenido buen cuidado de que la lancha estuviese preparada y todo
en orden. Después de fingir un poco de...
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