Grandes esperanzas: 37
Grandes esperanzas
de Charles Dickens
Capítulo XXXVII
Pareciéndome que el domingo era el mejor día para escuchar las opiniones del señor Wemmick en
Walworth, dediqué el siguiente domingo por la tarde a hacer una peregrinación al castillo. Al llegar ante las
murallas almenadas observé que ondeaba la bandera inglesa y que el puente estaba levantado, pero, sin
amilanarme por aquella muestra de desconfianza y de resistencia, llamé a la puerta y fui pacíficamente
admitido por el anciano.
-Mi hijo, caballero-dijo el viejo después de levantar el puente, - ya se figuraba que usted vendría y me
dejó el encargo de que volvería pronto de su paseo. Mi hijo pasea con mucha regularidad. Es hombre de
hábitos muy ordenados en todo.
Yo incliné la cabeza hacia el anciano caballero, de la misma manera que pudiera haber hecho Wemmick,
y luego entramos y nos sentamos ante el fuego.
- Indudablemente, caballero - dijo el anciano con su voz aguda, mientras se calentaba las manos ante...
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