Grandes esperanzas: 34
Grandes esperanzas
de Charles Dickens
Capítulo XXXIV
Como me había acostumbrado ya a mis esperanzas, empecé, insensiblemente, a notar su efecto sobre mí
mismo y sobre los que me rodeaban. Me esforzaba en disimularme todo lo posible la influencia de aquéllas
en mi propio carácter, pero comprendía perfectamente que no era en manera alguna beneficiosa para mí.
Vivía en un estado de crónica inquietud con respecto a mi conducta para con Joe. Tampoco mi conciencia
se sentía tranquila con respecto a Biddy: Cuando me despertaba por las noches, como Camilla, solía
decirme, con ánimo deprimido, que habría sido mucho más feliz y mejor si nunca hubiese visto el rostro de
la señorita Havisham y llegara a la virilidad contento y satisfecho con ser socio de Joe, en la honrada y
vieja fragua. Muchas veces, en las veladas, cuando estaba solo y sentado ante el fuego, me decía que, en
resumidas cuentas, no había otro fuego como el de la forja y el de la cocina de mi propio...
Está viendo el 6% del contenido de este artículo.
Solicitud de acceso
Solicite el acceso a su biblioteca para poder consultar nuestros recursos electrónicos.
Ventajas de ser usuario registrado.
ACCESO COMPLETO
Acceso sin restricciones a todo el contenido de la obra.
SIN PUBLICIDAD
Sólo información contrastada de prestigiosos sellos editoriales.
ACTUALIZACIÓN
Contenidos de renombrados autores y actualizaciones diarias.
La nueva plataforma del Consorcio ofrece una experiencia de búsqueda de fácil manejo y de gran usabilidad. Contiene funciones únicas que permiten navegar y realizar consultas de manera ágil y dinámica.
Convenios especiales:
Enseñanza
Bibliotecas públicas